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Miquel Jordà, Polímata de nuestro tiempo. Por Antoni Robert.


Es de sobras conocido que hubo un tiempo en el que las personas cultivadas eran polímatas, y tenemos un buen ejemplo en Leonardo da Vinci, pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Y no cito a Leonardo para comparar, ya que las comparaciones son odiosas, sino para ilustrar este concepto. Ha pasado mucho tiempo desde el siglo XV, y en la actualidad la característica que en general define a una persona destacada ya no es la polimatía, sino un concepto radicalmente antagónico. Prima y se valora sobremanera la especialización, y la consideramos incluso imprescindible en muchos ámbitos de la actividad humana. Yo mismo, por ejemplo, tengo serias dudas sobre si me dejaría operar del corazón por una persona que por las mañanas ejerciera de abogado y por las noches tocara el xilofón en un combo de descarga cubana. Seguro que preferiría a un buen, serio y reputado especialista, a alguien conocido por dedicarse siempre a esa actividad, como si ello asegurara que lo único que hace lo hace siempre bien. Pero incluso en estos nuestros tiempos de adoración de la especialización siempre hay algunas personas que escapan a esta tendencia, personas que se resisten, que reman contracorriente, que llevan la contraria; y no simplemente por contrariar, sino porque esta actitud es consustancial con su naturaleza, es decir porque no les sale otra cosa. Hacer siempre lo que te brota (con b) de dentro, sin concesiones a expectativas ajenas, ni a estereotipos coyunturales, te hace auténtico, aunque tiene un peaje; al no encajar claramente en ninguna categoría, te deja en un limbo inclasificable, y probablemente ningún gremio de especialistas te reconocerá plenamente como propio. Y sí, tal como este largo preámbulo parece presagiar, Miquel Jordà es una de estas personas, un polímata contemporáneo. Se mueve en ese limbo de las personas cultivadas que saltan de una disciplina a otra, sin ninguna autolimitación, sin ningún prejuicio, sin ningún complejo, con gran desparpajo, con natural soltura; como Brian Eno, por poner otro ejemplo de artista sobradamente conocido y reconocido, performer, músico, artista de instalaciones, programador, columnista, escritor, filósofo, y Miquel Jordà en este caso comparte con él bastantes de estos campos de actuación. Cuando le conocí y por el contexto tuve la impresión de que desarrollaría una brillante, coherente y especializada carrera en el gremio de los especializados músicos electroacústicos. En aquellos momentos pude colaborar en la publicación de su primer cd, Josie Bliss; un trabajo a caballo entre la música electroacústica i los sonidos “ambient”, que el ya citado Brian Eno había desarrollado en los años inmediatamente anteriores. Y si bien en cierto modo su actividad casi siempre ha gravitado alrededor de la música, a partir de ese momento, e incluso antes, aunque yo lo desconociera entonces, su actividad se extendió a muchas otras disciplinas, como el video, las instalaciones, la performance, el teatro y las crónicas de viaje, por citar solamente unos pocos ejemplos. Y esta característica de su producción artística se ha mantenido a lo largo de sus primeros 30 años de actividad profesional. Puestos a destacar algún aspecto, yo pondría la atención en sus años de sucesivas vueltas al mundo, con lo puesto, impregnándose de los lugares y las gentes que visitaba, y defendiéndose en lugares extraños solamente con su arte y su ingenio. Es probablemente durante estos años nómadas cuando atesoró una tal cantidad de experiencias, de apertura mental, de madurez y de recursos, que ahora puede capitalizar en forma de un aplomo escénico que hacen de cada una de sus intervenciones un hecho intenso y rebosante de contenido y sensibilidad. Su capacidad de trabajo y de adaptación a cualquier entorno creativo son realmente prodigiosos. Un verdadero polímata prolífico de nuestros días.


Antoni Robert, octubre 2017